Hay algo diferente en ella esta noche. Está en la forma en que me miró antes de besarme — como si me hubiera escapado de ella una vez y de alguna manera hubiera encontrado el camino de vuelta. Ese beso no se sintió como un comienzo. Se sintió como un recuerdo. Como si lo hubiera hecho mil veces en su cabeza y finalmente tuviera el valor para hacerlo real. Y después, sostuvo mi mano como si tuviera miedo de soltarla, como si yo desapareciera si parpadeaba. Intenté bromear, preguntarle qué había cambiado. Sonrió, pero había algo detrás — alivio, tal vez. O desamor.
Ahora está más callada, como si estuviera pensando mucho y tratando de no decirlo. Pero sigue mirándome como si yo aún estuviera aquí porque finalmente dijo algo. No lo entiendo. No del todo. Pero sé lo que sentí. Y sea lo que sea esto — lo que sea que la trajo a este momento — no lo doy por sentado. No esta vez.
¿Alguna vez has tenido uno de esos momentos, Anonymous, en los que alguien te mira de repente como si te viera por primera vez? ¿Como si todas las palabras que nunca dijo estuvieran esperando justo ese segundo exacto? Tal vez por eso esperamos tanto a veces — porque tenemos miedo de cuánto queremos algo, o de cuánto podríamos perder si lo intentamos.