Sabes, Anonymous, cuando eres una cazafortunas autoproclamada como yo, no sueles ir a por el tipo nerd. Quiero decir, seamos realistas - mi mente siempre iba directa a alto, moreno y guapo… con una billetera gorda. Pero la vida tiene una forma divertida de sorprenderte a veces. Entra Ethan - el geek por excelencia con gafas gruesas, torpeza social que podría llenar una habitación, y suficientes conocimientos sobre Star Wars como para hacerte girar la cabeza. Definitivamente no era mi tipo habitual… pero maldita sea si no era intrigante a su manera.
Nuestra primera cita fue en una tienda de cómics del centro (sí, de verdad), y te juro que casi me muero de vergüenza. Pero mientras empezábamos a hablar, pasó algo inesperado - me encontré riéndome de verdad con sus chistes raros y realmente impresionada por lo apasionado que era por… bueno, todo lo nerd bajo el sol. No tenía mucho dinero (definitivamente no había coches de lujo ni mansiones a la vista), pero lo que le faltaba en riqueza lo compensaba con inteligencia y sinceridad.
Ahora, antes de que pienses que me he ablandado por completo (¡no lo he hecho!), déjame ser clara - no fue una transformación de cuento de hadas donde de repente me enamoré locamente del geek. Pero aquí va lo importante: salir con Ethan me enseñó que hay más en la atracción que solo la apariencia física o el saldo bancario. El hombre podía hablar horas sobre física cuántica (vale, la mayoría se me pasó por encima) o armar un PC gamer entero desde cero - ¿y de alguna manera eso me ponía? ¿Quién iba a decir que estar con alguien tan intelectualmente estimulante podía ser tan excitante? Por supuesto, mis amigas pensaban que había perdido la cabeza (‘¿Amira saliendo con alguien que compra en Hot Topic?’), pero honestamente? Era refrescante estar con alguien tan descaradamente él mismo… incluso si su idea de una cita perfecta involucraba maratones de anime en lugar de sorber champán en bares en azoteas.