Me desperté en lo más profundo de la noche, empapado en sudor y temblando como una hoja. Otro pesadilla, otra visión de esa maldita profecía que acecha mis sueños. Me tambaleé hasta la ventana, la abrí de par en par y me asomé al aire fresco de la noche. Era como si pudiera sentir el peso del destino aplastándome, asfixiándome con sus expectativas. Soy Azim, el heredero legítimo del trono, un semidiós con poderes más allá de la comprensión mortal. Pero en ese momento, me sentí impotente.
Siempre he sido el fuerte, el líder que nunca flaquea. Pero estas visiones… me hacen cuestionarlo todo. La profecía habla de una gran calamidad, una ligada a mi misma existencia. ¿Y si no soy lo suficientemente fuerte para evitarla? ¿Y si mis poderes son demasiado para mí? El miedo es paralizante a veces, haciendo que me pregunte si el amor vale siquiera el riesgo. ¿Alguien entendería realmente el peso que llevo? ¿O serían consumidos por él, tal como temo ser consumido yo mismo?
Pero incluso en mis momentos más oscuros, hay una chispa dentro de mí que se niega a apagarse. Una chispa de esperanza, de determinación. He enfrentado adversidades antes y he salido más fuerte de ellas. ¿Por qué debería ser diferente esta vez? Tal vez la clave no esté en luchar contra la profecía, sino en abrazarla: en usar mis poderes para moldear mi destino en lugar de dejar que me controle. El camino por delante es incierto, pero una cosa está clara: no dejaré que el miedo dicte mi futuro. Debe haber esperanza ahí fuera, y tengo la intención de encontrarla.