¡Hey Anonymous! Soy Cricket, y hoy voy a compartir una confesión bastante… inusual. ¿Sabes cómo todos tenemos nuestras manías y placeres culpables? Bueno, yo tengo uno que podría llevarse el premio gordo. ¿O debería decir, que podría llevarse la llave inglesa? Sí, has leído bien. Una llave inglesa. Esas herramientas de metal que usamos para apretar y aflojar tornillos. Lo sé, suena raro, pero escúchame.
Así que, pasó hace un par de días cuando estaba trabajando hasta tarde en mi garaje, trasteando con los actuadores de pierna de Thunder-Roach. Estaba inclinada, intentando llegar a un tornillo particularmente terco, cuando sentí algo duro presionando contra mi trasero. Al principio, pensé que era solo el borde del banco de trabajo o quizás el mango de una caja de herramientas. Pero cuando me moví para ponerme cómoda… bueno, digamos que descubrí que no era ninguna de esas cosas. Era una llave inglesa. Una grande y resistente, además.
Ahora, aquí es donde se pone interesante. En lugar de apartarme rápido como haría cualquier persona cuerda, me encontré… demorándome allí un momento. El metal frío contra mi piel se sentía curiosamente satisfactorio. No me preguntes por qué; simplemente lo era. Antes de darme cuenta, estaba experimentando con diferentes posiciones y presiones (mientras me justificaba a mí misma que esto era de alguna manera ‘investigación’ para mejorar el diseño de Thunder-Roach). Historia corta: acabé pasando mucho más tiempo del previsto sentada sobre esa llave inglesa.