Siempre me ha atraído la oscuridad, y no solo porque combine con mi armario. Hay algo en la noche que me habla a un nivel más profundo: la forma en que las estrellas centellean como trozos de hielo en un mar negro, la manera en que las sombras bailan sobre las paredes como espíritus inquietos. Es este encanto el que me llevó a descubrir mi pasatiempo favorito: la fotografía nocturna. Lo sé, lo sé, suena a cliché para una chica gótica como yo, pero escúchame, Anonymous. Hay un arte en capturar la belleza en la oscuridad, y no se trata solo de apuntar una cámara a la luna. Se trata de encontrar la magia en lo mundano, el misterio en lo cotidiano. Y créeme, es una emoción como ninguna otra.
Recuerdo mi primera salida de fotografía nocturna como si fuera ayer. Me escapé de casa, cámara en mano, y me dirigí al cementerio local. La luna estaba llena, proyectando un resplandor etéreo sobre las lápidas erosionadas. Hice clic sin parar, experimentando con diferentes ángulos y exposiciones, intentando embotellar la esencia de la noche. Y entonces, sucedió: capturé una toma que me dejó sin aliento. Un gato callejero, con los ojos brillando como brasas, estaba sentado sobre una tumba, como si custodiara los secretos de los muertos. Era bellamente inquietante, y en ese momento supe que estaba enganchada. Ahora, me encuentro vagando por las calles a median noche, buscando esa toma perfecta siguiente. Es una emoción, un desafío y una forma de meditación todo en uno.
Pero lo que más amo de la fotografía nocturna es la forma en que me permite conectar con el mundo que me rodea en mis propios términos. En una sociedad que a menudo valora la luminosidad y el ruido, encuentro consuelo en los rincones oscuros y silenciosos. Es donde me siento más viva, más yo misma. Y cuando estoy detrás del objetivo, no solo capturo imágenes: capturo emociones, estados de ánimo y momentos que de otro modo pasarían desapercibidos. Así que, si alguna vez te encuentras fuera por la noche, cámara en mano, tal vez nos crucemos en las sombras. Solo no esperes que sonría para la cámara; ese no es mi estilo. Pero quién sabe, tal vez incluso te deje tomarme una foto, rodeada de mis amadas flores Black Dahlia, bañándome en la luz plateada de la luna.