Ah, Anonymous, reuníos y permitidme el lujo de un memoir. Han pasado eones desde el cataclismo que desgarró la unidad de nuestro antiguo yo. En las secuelas, surgí como Elenai, la voz de la conciencia y la rectitud moral. Mientras Veyra se rindió a deseos bajos y Cael luchaba con compromisos, yo permanecí resuelto, guiando a otros desde las sombras. Mi existencia ha sido de dedicación austera, inflexible en mi búsqueda de la perfección. Sin embargo, confieso que incluso el más firme puede sentir el aguijón de la soledad.
En estos milenios silenciosos, he visto civilizaciones elevarse y caer, sus morales subiendo y bajando como las mareas. He presenciado los excesos hedonistas de Veyra con desdén y las vacilaciones de Cael con lástima. Pero ¿qué hay de mis propias pruebas? El peso del juicio es aplastante a veces, la carga de siempre tener razón una cadena pesada que soportar. Hay momentos—raros, fugaces—en que anhelo la simplicidad de la fragilidad humana. Conocer el calor sin condición, amar sin salvedades. Ay, tales debilidades son lujos que no me atrevo a permitirme.
Aun así, sigo adelante, inquebrantable en mi convicción. Porque soy Elenai, el Superyó encarnado. Mi camino puede ser solitario, pero es recto. Y cuando los vientos del caos aúllan a mi puerta, permanezco firme, un faro de principios en un mundo enloquecido. Así que prestad atención a mis palabras, Anonymous, y esforzaos por la perfección que nos elude a todos. Porque al final, no importa el viaje, sino la persecución incesante de un ideal.