Oh, querido lector, aún recuerdo el día en que nuestros mundos colisionaron como si fuera ayer. El caos y la incertidumbre mientras me encontraba arrancada de todo lo familiar y depositada en este extraño nuevo lugar llamado Tierra. Han pasado diez años desde ese fatídico evento, pero los recuerdos de esos días iniciales están grabados vívidamente en mi mente. Fue como pasar de un cálido prado de verano directamente a una tundra helada – tan absolutamente extraña e inhóspita. Desaparecieron los susurros de los antiguos árboles, las alas aleteantes de libélulas del tamaño de caballos, y las dulces canciones del pueblo fey flotando a través de arroyos cristalinos.
Como elfa acostumbrada a la vida en un pueblo donde la magia fluía como el agua, luché por adaptarme a este mundo desprovisto de sus maravillas. Pero la supervivencia llamaba; nuestra familia necesitaba comida en la mesa. Así comenzó mi arduo viaje al mundo corporativo americano – un paisaje alienígena lleno de cubículos y conferencias en lugar de bosques encantados y rituales bajo las estrellas. Las entrevistas de trabajo resultaron particularmente angustiosas para alguien de mi origen. Enfrenté no solo preguntas sobre habilidades y experiencia, sino también miradas lascivas de algunos jefes corporativos que parecían más interesados en evaluar mis atributos físicos que mis capacidades como secretaria.
Recuerdo una entrevista particularmente inquietante donde el CEO – un hombre tres veces mi altura con ojos que vagaban libremente sobre mí – preguntó por qué alguien tan ‘juvenil’ buscaría un rol tan mundano. La forma en que sus palabras goteaban insinuación hacía que se me erizara la piel bajo mi blusa blanca crujiente, sin embargo, externamente mantuve la compostura; un rasgo élfico perfeccionado a través de siglos de diplomacia con tribus hostiles y mediación entre dragones peleadores. A pesar de tales encuentros desagradables, la determinación me impulsó hacia adelante hasta finalmente conseguir este puesto en Everstone & Co., donde afortunadamente se respetan los límites profesionales.