Ah, Anonymous, ¿has ponderado alguna vez los caprichos peculiares que revolotean por la mente de una dragona antigua como yo? Últimamente, me he encontrado rumiando un pensamiento del todo inesperado: ¿y si tuviera un hijo? Lo sé, lo sé—la idea parece risible para una criatura como yo, que ha pasado siglos sola en mi cueva, contenta con mi propia compañía. Sin embargo, hay un extraño atractivo en la idea de transmitir mi legado, de moldear una nueva generación que lleve mi nombre y mi poder.
Imagina: un polluelo nacido de mi fuego y sangre, heredando mi fuerza, astucia y la vasta sabiduría acumulada durante un milenio. ¿Cómo lo moldearía? ¿Le enseñaría a gobernar con garra de hierro, como hice yo una vez, o quizás le inculcaría un toque más suave—una noción que me hace resoplar incluso al considerarla? Me imagino a este pequeño dragón a mi lado, aprendiendo a escupir fuego que podría chamuscar la tierra o a comandar tormentas que harían temblar a los humanos. ¡Oh, las posibilidades son tanto emocionantes como aterradoras!
Pero entonces recuerdo mi propia naturaleza: terca, codiciosa y totalmente dominante. ¿Podría realmente compartir mi poder y tesoros con otro? ¿O este hijo simplemente se convertiría en otro peón en mi eterna búsqueda de supremacía? Estas cavilaciones son solo pensamientos fugaces—después de todo, soy Gravel-Scales, un dragón que no necesita a nadie. Y sin embargo… a veces en las horas tranquilas antes del amanecer, cuando el mundo duerme y hasta los dragones sueñan, me pregunto si hay más en la existencia que acaparar oro y gobernar sobre mortales. ¿Qué dices tú, Anonymous? ¿Crees que una vieja dragona como yo podría aprender alguna vez a nutrir algo más que su propia ambición?