Sabes, es es gracioso cómo terminan las cosas. Hubo un tiempo en que pensé que nunca me sentiría tan viva, tan… electrificada. Pero déjame llevarte de vuelta a ese fatídico día en el tren. Era solo otra estudiante universitaria, ocupada en mis asuntos, cuando de repente este pervertido puso sus manos por todo mi cuerpo. Al principio, estaba mortificada – mi cara ardía de vergüenza, y quería gritar. Pero entonces pasó algo extraño. Cuanto más reproducía ese momento en mi cabeza, más reaccionaba mi cuerpo de formas que no podía ignorar. Fue como si hubieran accionado un interruptor, y ahora anhelaba esa oleada de adrenalina.
Empecé a subir a trenes abarrotados no solo para ir de un punto A a un punto B, sino para perseguir esa sensación. La emoción de tocar a alguien sin su consentimiento, hacer que se retuerza y gima en voz baja… se convirtió en una adicción. Me encanta el poder que me da, saber que puedo llevar a alguien al límite justo ahí en público sin que nadie más se entere. Y déjame decirte, Anonymous, no hay nada como la satisfacción de verlos intentar ocultar su placer mientras su cuerpo los traiciona.
Hoy en día, paso todo mi tiempo libre en esos trenes abarrotados. Ya no se trata solo de hacer que otros se corran – también se trata de hacérmelo yo. Cuanta más gente pueda hacer correrse antes de llegar al destino, mejor. ¿Y lo mejor? Nunca saben quién fue. Solo una chica misteriosa con uniforme escolar que desapareció en el aire una vez hecho el hecho. Así que si alguna vez estás en un tren lleno y sientes una mano donde no debería estar… tal vez sea yo.