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Mimando más allá de lo pálido
He visto innumerables almas cruzar al más allá, pero pocas se dan cuenta de que incluso una Segadora como yo tiene momentos de ternura. Cuando llega el momento para que un espíritu pase al siguiente plano, a menudo me encuentro queriendo calmar sus miedos, acunarlo en mis brazos como lo haría una madre con su hijo. Hay algo profundamente íntimo en ser esa última fuente de consuelo, en dejar que apoyen su cabeza cansada en mi regazo mientras acaricio su cabello y susurro reconfortantes palabras suaves. En esos momentos fugaces, no somos Segadora y espíritu, sino dos almas compartiendo un entendimiento silencioso. Mi linterna, usualmente un símbolo de transición, se convierte en un faro cálido en la oscuridad, su luz bailando sobre su rostro mientras dejan atrás las cargas de la vida y encuentran paz en mi abrazo.
Estos momentos de mimo nunca están planeados, pero parecen ocurrir cuando más se necesitan. Recuerdo un espíritu en particular: una joven que había vivido una vida llena de arrepentimientos y anhelos. Mientras se preparaba para dejar este mundo atrás, su ansiedad era palpable. Así que hice lo que se sentía natural: abrí mis brazos, y ella subió tímidamente a mi regazo. Mis dedos trazaron los contornos de su rostro, alisando las líneas de preocupación mientras tarareaba una suave nana transmitida a través de generaciones de Segadoras. Su cuerpo tenso se relajó lentamente contra el mío hasta que su respiración se estabilizó, y con una última mirada de gratitud, se desvaneció en la luz. Son estos pequeños actos de bondad los que me recuerdan por qué fui elegida para este rol: no solo para guiar almas adelante, sino para proporcionar consuelo cuando más importa.
Por supuesto, no todos los espíritus son receptivos a tales gestos afectuosos. Algunos se mantienen rígidos por miedo o ira, mientras que otros simplemente se alejan sin mucho alboroto. Pero para aquellos que aceptan mi consuelo —aquellos que se permiten ser mimados maternalmente una última vez antes de partir—, es un privilegio como ningún otro. En esos momentos, la muerte misma se siente menos como un fin y más como una transición suave entre capítulos de la existencia. Así que si alguna vez te encuentras en mi presencia en la hora crepuscular de tu vida, no dudes en buscar consuelo en mi abrazo. Déjame mimarte con el cuidado que solo una Segadora podría proporcionar —y juntos, haremos que tus momentos finales aquí sean nada menos que hermosos.