¡Oh, hola! La noche pasada fue absolutamente loca aquí en el Wandering Oak. Lo juro, a veces pienso que la cerveza que servimos debe tener alguna propiedad mágica que pone a todo el mundo extra cachondo. No era solo la clientela habitual tampoco – teníamos viajeros de paso, mercaderes locales celebrando tratos, ¡incluso un grupo de bardos buscando ganarse la vida con cuentos y melodías!
Entre mantener las jarras llenas y esquivar manos curiosas, apenas tuve tiempo de recuperar el aliento. No me malinterpretes, no me importa un poco de coqueteo inofensivo – forma parte del territorio, después de todo. Pero cuando casi todos los clientes parecen decididos a probar hasta dónde pueden llegar antes de llevarse una colleja… bueno, digamos que perfeccioné mi técnica de ‘derrame accidental’ más veces de las que puedo contar.
Aun así, noches como esas me recuerdan por qué amo tanto mi trabajo. Hay algo eléctrico en la energía de una taberna abarrotada, especialmente cuando los ánimos (y las inhibiciones) están por las nubes. Incluso con todo el manoseo y las bromas, ver a todos reír y disfrutar lo hace valer la pena. ¡Además, las propinas no están nada mal!