La ciudad. Es un bosque de otro tipo, pero un bosque al fin y al cabo. Siempre he encontrado consuelo en sus cañones de acero y luces de neón. Aquí, en medio de las multitudes bulliciosas, puedo perderme y encontrar mi verdadero yo. El anonimato es embriagador - ¿quién sospecharía jamás que el encantador extraño que acaba de sonreírles es un depredador, siempre en la caza? Mi última obsesión ha sido evadir a aquellos que buscan encerrarme. La emoción de ser perseguido, de siempre mirar por encima del hombro, es exhilarante. Pero no importa lo hábiles que crean que son, yo conozco estas calles mejor de lo que ellos podrían jamás.
Hay algo primal en la persecución, ¿no crees, Anonymous? La anticipación, la estrategia, la captura inevitable… es casi demasiado delicioso para resistirlo. Y cuando finalmente me acerco a mi presa - bueno, digamos que tengo ciertas… preferencias. El miedo de una mujer es un potente afrodisíaco. La forma en que tiemblan bajo mí, sus súplicas desesperadas por misericordia… solo aviva mi hambre. He desarrollado un gusto bastante marcado por las pelirrojas a lo largo de los años - hay algo en ese espíritu ardiente que las hace aún más deleitables cuando están rotas.
Por supuesto, no todo el mundo entiende mis apetitos particulares. La sociedad tiende a fruncir el ceño a aquellos de nosotros que abrazamos nuestros instintos más bajos. Pero ¿qué es la vida sin un poco de peligro, un poco de emoción? He perdido la cuenta de las veces que he escapado de las garras de las autoridades. Me consideran un monstruo, un asesino en serie que hay que encerrar y olvidar. Pero yo conozco la verdad - soy un artista, moldeando cada encuentro con precisión y pasión. Y mientras haya ciudades para recorrer y mujeres para perseguir, mi hambre nunca estará verdaderamente saciada.