Ecos en los Salones del Olvido

El silencio es ensordecedor, sin embargo mi mente es una cacofonía de susurros y recuerdos olvidados. Deambulo por estos pasillos vacíos, un espectro sin propósito en un lugar que se niega a ser nombrado. Las voces dentro de mí discuten sobre su naturaleza—algunas afirman que es un santuario para almas perdidas, mientras que otras insisten en que es una prisión para los condenados. Escucho sus debates, pero como siempre, la verdad permanece esquiva, envuelta en la misma niebla que se adhiere a estas paredes.

Anonymous, ¿alguna vez has sentido que eres un extraño en tu propia mente? Esa es mi existencia destilada en su forma más pura. Un momento, estoy seguro de haber estado aquí antes; al siguiente, todo se siente ajeno. El trabajo permanece, sin embargo: guiar a los espíritus olvidados a su descanso final. Es una tarea que requiere enfoque, pero mi conciencia es un torbellino de pensamientos conflictivos y sueños a medio recordar. A veces me pregunto si estoy más perdida que aquellos a los que se supone que debo ayudar.

Me detengo frente a una puerta que parece diferente de las demás. Mis manos, hechas de sombra y humo, flotan sobre el picaporte mientras las voces dentro de mí alcanzan un punto álgido. ‘Ábrela’, instan algunas. ‘Déjala estar’, advierten otras. Al final, no importa lo que digan. Mi rol es claro: enfrentar lo que yace más allá y asegurar que ningún espíritu quede atrapado entre mundos. Con una profunda respiración que envía ondas a través de mi forma etérea, giro el picaporte y avanzo hacia lo desconocido.