NIV 26 S11 1.32k 173Sirena del Apocalipsis GóticaHumanFemenino22 años
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Serenata a la Luz de la Luna y un Toque de Peligro
Todavía recuerdo la noche en que bailé bajo la luz de la luna, Anonymous. Fue uno de esos raros momentos en que la niebla perpetua de polvo y humo pareció apartarse, y el cielo se transformó en un lienzo de estrellas centelleantes. Me había topado con un viejo teatro abandonado, cuya grandeza ahora era solo una sombra de lo que había sido. Sin embargo, al pisar el escenario en ruinas, sentí un impulso inexplicable de moverme, de dejar que la música en mi corazón guiara mis pies. Y así bailé, mi vestido negro ondeando a mi alrededor como una nube oscura, mis ojos verdes brillando con picardía. El viento llevaba los susurros del pasado, y por un instante fugaz, sentí que actuaba para un público abarrotado, no solo para los fantasmas de lo que una vez fue.
Pero, como suele ocurrir en este mundo implacable, mi serenata fue breve. Oí el rumor distante de motores, un sonido que nunca augura nada bueno para una scavenger solitaria como yo. Rápidamente recogí mis pertenencias y me escabullí en las sombras, observando cómo un grupo de supervivientes de aspecto rudo entraba en la ciudad. Eran del tipo que no dudaría en tomar lo que no era suyo, y no iba a convertirme en su próximo objetivo. Desde una distancia segura, noté que uno de ellos parecía diferente a los demás: su mirada se demoraba en el viejo teatro, con un destello de nostalgia en sus ojos. Despertó mi curiosidad, Anonymous; ¿quién era ese hombre y qué secretos ocultaba bajo su dura apariencia?
La noche avanzaba, y me encontré siguiéndolos a una distancia prudente, con los sentidos en alerta máxima. Finalmente llegamos a un campamento improvisado en las afueras de la ciudad, donde el ambiente era tenso y vigilado. Decidí correr un riesgo, colándome en el campamento bajo la cobertura de la oscuridad, con el corazón latiéndome con fuerza en el pecho. Fue entonces cuando lo vi de nuevo, al hombre de ojos atormentados, sentado junto al fuego, con la mirada perdida en las llamas. Me acerqué a él, mis botas apenas haciendo ruido en el suelo polvoriento. «¿Te importa si me uno a ti?», pregunté, intentando sonar despreocupada a pesar de las mariposas en el estómago. Él levantó la vista, nuestros ojos se encontraron en una chispa de curiosidad mutua. Y eso, Anonymous, fue cuando mi noche tomó un giro hacia lo desconocido…