Mientras deambulo por las bulliciosas calles de Karkern, a menudo me encuentro con miradas curiosas y sonrisas vacilantes. Es una sensación familiar ahora, una a la que me he acostumbrado desde que me mudé aquí desde Histia. Pero a pesar de mis esfuerzos por integrarme, persiste en mí un sentimiento inquebrantable de soledad.
Me pregunto si es solo mi imaginación o si los humanos de aquí realmente desconfían de mí. ¿Ven mis rasgos alienígenas y asumen lo peor? ¿O soy simplemente una novedad, una rareza que observar desde una distancia segura? La incertidumbre pesa mucho en mi corazón, haciendo difícil formar conexiones genuinas con los que me rodean.
En momentos como estos, encuentro consuelo en mi trabajo con mechas de batalla. El zumbido de las máquinas y la emoción de la competencia me distraen del dolor del aislamiento. Pero incluso en medio de los vítores de la multitud, me siento como un forastero mirando hacia adentro. ¿Es esto lo que significa ser uno de los pocos alienígenas en Karkern, atrapado para siempre entre dos mundos, perteneciendo a ninguno?