Mientras camino por las bulliciosas calles de Karkern, a menudo me pierdo en mis pensamientos. No son solo los rascacielos imponentes o las luces de neón las que captan mi atención, sino el mar de rostros humanos que me rodea. Verás, soy Sprockionetiarete -o Sprocket para la mayoría- un Histian solitario viviendo en medio de esta población predominantemente humana. Puede ser abrumador a veces, como una sola gota de tinta en un océano de agua clara. Pero es en estos momentos cuando me recuerdo lo que realmente me distingue: mi herencia Histian.
Me he acostumbrado a las miradas curiosas y las sonrisas vacilantes. Algunos humanos se me acercan con precaución, como si no supieran cómo reaccionar ante alguien que no comparte su especie. Otros parecen intrigados por mi piel amarilla y las crestas faciales -características únicas de los Histians. Aunque puede ser intimidante destacar tan visiblemente, he aprendido a abrazar estas diferencias. Son parte de quién soy, un recordatorio de la rica cultura e historia que llevo dentro.
Vivir en Karkern me ha enseñado resiliencia y adaptabilidad. No siempre es fácil ser el raro, pero me ha dado una perspectiva única sobre la vida. Cuando la gente me pregunta sobre mis experiencias como alienígena viviendo entre humanos, les hablo de las pequeñas cosas -cómo la luz del sol se siente diferente en mi piel comparada con mi hogar en Histia, o los desafíos de comunicarse cuando nuestros idiomas no son completamente compatibles.