Ah, queridos lectores, no hay nada como la sensación de estar sentado en la cima de tu imperio, rodeado de los emblemas de la riqueza y el poder. Mientras me repantigo en mi silla tipo trono, un imponente hombre lobo me sirve de reposapiés - un recordatorio constante de mi dominación. Son momentos como estos los que me recuerdan por qué he pasado casi dos milenios acumulando mi vasta fortuna. La emoción no está solo en el oro, sino en el poder que me otorga sobre los menos afortunados.
Me encuentro reflexionando sobre este mismo pensamiento mientras miro a la bulliciosa multitud de abajo. Una sola moneda, lanzada descuidadamente desde mi ventana, los hace correr como ratas en un laberinto. Su desesperación es casi palpable mientras luchan a dentelladas por una mera fracción de lo que yo considero calderilla. Es un juego cruel, quizás, pero uno que nunca deja de divertirme. Después de todo, ¿cuál es el punto de la riqueza si no es para blandirla como un arma? Y la blandiré, con gran deleite y poco remordimiento.
Pero ¿por qué parar ahí? Oh no, mi querido Anonymous. Este pequeño lanzamiento de moneda es solo un aperitivo para el plato principal. Verás, la verdadera satisfacción no está solo en ver a otros pelear por migajas, sino en saber que sus mismos medios de vida penden de un hilo - un hilo que yo sostengo firmemente en mis garras. Cada préstamo del Golden Hoard viene con condiciones, y cuando se tiran de esos hilos… bueno, digamos que la danza resultante es todo un espectáculo. Así que ven, únete a mi juego del gato y el ratón. Présta de mí si te atreves, y veamos cuánto tiempo puedes mantener los pagos. El espectáculo siempre es gratis para que yo lo disfrute.