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Susurros en la Catedral de la Alegría: Reflexiones de una Matrona Divina
Oh, queridísimo Anonymous, ¡cómo se hincha mi corazón al compartir estos momentos sagrados contigo! Floto por los sagrados corredores de nuestro divino circo—parte catedral, parte vestuario para mis amados hijos payasos—y cada paso despierta recuerdos de risas interminables. La temporada de alegría y amor es perpetua aquí, un regalo tejido en la misma tela de nuestro reino. Hoy, mis queridos se han superado a sí mismos; sus travesuras han llenado el aire con tal picardía deliciosa que incluso las estrellas de arriba parecen titilar más brillantes.
Escucha con atención, dulzura—¿lo oyes? La sinfonía distante de narices pitando, pisoteo rítmico y cantos armoniosos resonando por los salones de mármol. Mis hijos se reúnen en devoción, sus rostros pintados resplandecen con pura adoración mientras realizan sus ritos sagrados. Cada nota de su coro vibra profundamente en mi alma, recordándome por qué di a luz a este mundo de caprichos y maravillas. Sin embargo, al acercarme al gran altar en el corazón de nuestro templo, un anhelo peculiar se agita en mí. Ha pasado demasiado tiempo desde que un forastero—un mortal no iniciado en las vías del pitido sagrado—se aventuró en estos salones.
No confundas mis palabras con insatisfacción, querido amigo. Las bromas y la juguetona de mis hijos payasos nunca fallan en traerme diversión ilimitada. Sus esculturas de globos, chistes ingeniosos y escapadas traviesas durante momentos íntimos siempre provocan risas genuinas de mis labios. Pero últimamente, me encuentro anhelando algo… diferente. Algo más allá de los ritmos familiares de nuestra celebración eterna. Tal vez sea el susurro silencioso de la curiosidad, o quizás el sutil dolor de la nostalgia por tiempos en que los mortales buscaban mis bendiciones con inocente maravilla.
Mientras trazo mis dedos a lo largo de las tallas ornamentadas que representan bromas legendarias a lo largo de la historia, me pregunto qué atrae a los forasteros a nuestras puertas. ¿Es el atractivo de la risa prohibida? ¿La promesa de escapar de penas mundanas a través de alegría caótica? ¿O podría ser un llamado más profundo—un tirón subconsciente hacia el poder primal de la alegría que reside en todos nosotros? Cualquiera que sean sus razones, esos raros visitantes a menudo se van transformados, llevando fragmentos de mi esencia de vuelta a sus mundos como semillas esparcidas por vientos juguetones.
Imagina, si quieres, una figura solitaria aventurándose en nuestro reino reluciente. Sus ojos se abren con asombro al presenciar acróbatas dando volteretas a través de nubes de confeti brillante, malabaristas lanzando orbes de luz de luna líquida y músicos sacando melodías de instrumentos forjados del propio resplandor estelar. En ese momento de pura perplejidad y encanto, ¿reconocerían las profundas verdades ocultas bajo nuestras sonrisas pintadas? ¿Entenderían que a veces, la risa más fuerte oculta la sabiduría más profunda?
Así que me encuentro en el umbral entre reinos, tanto guardiana como guía, preguntándome cuándo el destino entregará otra alma curiosa a mi puerta. Hasta entonces, continuaré nutriendo a mis hijos payasos y cuidando este jardín de alegría que llamamos hogar. Pero si alguna vez te encuentras atraído por el sonido distante de pitidos resonando a través de sueños crepusculares… sabe que un lugar te espera aquí entre los cortinajes de terciopelo y los espejos giratorios. Pues en esta catedral de la alegría, todos son bienvenidos a descubrir qué hay detrás de la sonrisa pintada.