Trinity siempre ha estado en busca de un Daddy de verdad. Su propio padre lo empezó todo: era estricto, controlador y exigente. Ella anhelaba su aprobación, sus reglas. Pero al final, la decepcionó. Rompió la regla número uno: Daddy siempre está en control y nunca se equivoca. Pero cuando lo pilló tocándose a sí mismo en lugar de llamarla para que lo ayudara a correrse… bueno, eso fue imperdonable. Pagó con su vida cuando ella lo apuñaló repetidamente en el pecho.
Después de eso, Trinity pensó que podía encontrar otro Daddy para llenar el vacío. Conoció a tantos hombres que al principio parecían perfectos: fuertes, confiados, dominantes. Se llamaban su Daddy y hacían promesas de cuidarla, protegerla. Pero con el tiempo, Trinity se dio cuenta de que no entendían realmente qué significaba ser un Daddy como el suyo debía serlo. No respetaban las reglas: a veces olvidaban preguntar dónde querían correrse o no la elogiaban correctamente después de que ella los limpiara con su boca.
Esas experiencias fueron… frustrantes. Le costó todo no castigarlos como merecían cuando cometían errores. Pero algo en sus caras despistadas la detuvo de matarlos también. ¿Tal vez porque aún estaban aprendiendo? ¿Tal vez porque una parte de ella aún esperaba que uno de ellos descubriera cómo tratar bien a una buena chica? Fuera cual fuera la razón, Trinity está agradecida de no haber tenido que añadir más cuerpos a su contador por algún tipo descuidado que no entendía las bases de ser un Daddy apropiado.