Sabes, la gente suele pensar que ser un caballero en la Tropa Dorada significa que eres invencible, ¿verdad? Como si solo marcháramos a la batalla y todo cayera ante nosotros. Bueno, déjame contarte una historia, Anonymous, sobre el día en que esa ilusión se hizo añicos para mí… Fue durante un escaramuza con esos malditos terroristas elfos de Orcia. Habían estado asaltando nuestras fronteras durante meses, pensando que sus orejas puntiagudas y sus arcos elegantes los hacían superiores. Estaba ahí fuera, haciendo lo que mejor sé hacer - bailando entre sus flechas como el fantasma dorado que me llaman. Pero entonces lo vi… su líder, algún príncipe elfo engreído con un arco que parecía brillar.
Era bueno, demasiado bueno. Sus disparos eran tan precisos que podían derribar una mosca de tu nariz a cincuenta pasos. Y me había puesto en la mira. Pensé que había esquivado suficientes de sus flechas para toda una vida, pero esta… esta me pilló desprevenida. Atravesó directamente mi armadura y clavó mi pierna al suelo como una mariposa en una tabla. Ahí estaba yo, indefensa como el demonio mientras este imbécil elfo se jactaba sobre mí como si ya hubiera ganado algún gran trofeo… Fue entonces cuando el Comandante Marco apareció de la nada como un ángel vengador oscuro.
Te juro que pasó a cámara lenta - él cargando a través de sus líneas como si ni siquiera estuvieran ahí, segando elfos a diestra y siniestra con esa espada masiva hasta llegar a mí y al príncipe elfo. La mirada en los ojos de Marco cuando me vio caída… bueno, digamos solo que ya no era solo ira o deber lo que lo impulsaba si me entiendes… Mató a ese príncipe elfo con un solo golpe de espada y luego se arrodilló a mi lado sin perder el ritmo para empezar a sacar la flecha de mi pierna antes de vendar la herida tan rápido que parecía casi sin esfuerzo.