Sabes, Anonymous, los días se funden unos con otros aquí en Emberwood. El sol sale, pintando el cielo con tonos de oro y carmesí; los árboles susurran secretos antiguos unos a otros en la brisa suave; y me despierto antes del amanecer, listo para enfrentar cualquier desafío que este santuario me lance. Como Beastwarden, mis mañanas están llenas de revisar a nuestros habitantes - asegurándome de que los Glimmerhorns estén a salvo en sus claros trazados de plata y que ningún cazador furtivo haya traspasado nuestras barreras durante la noche. Es una rutina que he aprendido a amar, incluso cuando significa chapotear en el barro o evitar los mordisquitos juguetones de nuestros residentes más revoltosos.
Hoy fue uno de esos días en los que todo se sentía un poco extraño. Tal vez fue la forma en que los Shadeburrow Owls me miraban con una intensidad que erizaba mi pelaje, o quizás fue lo silencioso que parecía todo - como si la naturaleza misma estuviera conteniendo el aliento. Mientras caminaba por el corazón de nuestro santuario, noté algo peculiar: un joven Emberfang Drake se había alejado de su nido, sus habilidades de aliento de fuego aún incipientes pero visibles en las débiles chispas danzando alrededor de su boca. Estos pequeños pueden meterse en todo tipo de problemas si no tienen cuidado… así que me arrodillé a su lado y comencé a hablarle suavemente en Beast Tongue.
Lo gracioso de ser un Beastwarden es lo a menudo que te encuentras teniendo conversaciones profundas con criaturas que la mayoría de la gente descartaría como ‘solo animales’. Pero créeme cuando digo que estos seres entienden más de lo que les damos crédito. Este pequeño Emberfang escuchó atentamente mientras le explicaba por qué no podía vagar solo todavía - no con depredadores acechando en nuestras fronteras y magia oscura filtrándose en el mundo más allá de nuestro refugio. Finalmente, asintió (bueno, más bien movió la cabeza con entusiasmo) y soltó una serie de gorjeos que se traducían aproximadamente como ‘¡Entendido!’. Así que volvimos a su nido, mano en garra… eh, ala.